Continuemos nuestro viaje en el tiempo y regresemos a principios de los años 1900s: Los Contadores (personas cuya función original había sido "contar" diariamente los productos en inventario para entonces decidir qué fabricar cada día) han demostrado ser sumamente valiosos para los empresarios. Su disciplina y pragmatismo rápidamente los convierte en el complemento ideal para la personalidad de los empresarios, quienes tienden a ser pasionales y demasiado arriesgados (¿de qué otra forma habrían tomado el riesgo de iniciar una empresa?). Junto con su personalidad, los Contadores brindaron otra gran contribución al mundo de los negocios: Su manejo de las Matemáticas.
Y no, no estamos hablando de matemáticas avanzadas, tipo ecuaciones diferenciales o series de Fourier. Los contadores eran muy buenos sumando y restando, habilidad que muchos empresarios de la época no manejaban cabalmente.
Así las cosas, los empresarios empezaron a confiar cada vez mas en sus Contadores para contestar la pregunta más importante en todo negocio: ¿cuánto ganamos? ... y la pregunta era fácil de contestar porque solo había que hacer una simple resta:
Todo lo que había que hacer era obtener la suma de lo vendido y substraer de ese total la suma de todo lo gastado en la fabricación. ¡simple! ... recordemos que en esa época la Mano de Obra normalmente se pagaba por destajo, esto es, por piezas trabajadas. Por lo tanto, los tres grandes componentes de este cálculo: las ventas, el costo de materias primas y el costo de mano de obra estaban directamente relacionados con el número de piezas involucradas.
Todo iba muy bien y era simple, hasta que alguien hizo una pregunta: ¿y los gastos de operación? ... ¿gastos de operación? ... ¿a que te refieres? ... pues a la energía eléctrica, a los lubricantes, a la gasolina de los transportes para entregar los productos, ese tipo de cosas. ¡Pues obvio!, también hay que deducirlos. Por lo tanto la fórmula debió sufrir una pequeña modificación:
Pero esta fórmula tan simple presentaba un gran problema: dos elementos (las ventas y los costos) estaban directamente relacionados con los productos, mientras que el tercer elemento (los gastos de operación) no estaban tan claramente relacionados con los productos. Y esto, tan inocente en apariencia, complicaba mucho poder identificar abierta y llanamente cuáles eran los productos ganadores de los cuales había que fabricar y vender más. Con la fórmula anterior era posible calcular la utilidad de cada producto (Utilidad = Precio de Venta - Costo) .. ¿no sería posible ligar también los Gastos de Operación con los productos? ... déjame pensar ... ¿de cuánto estamos hablando? ... del 5 al 10% de los gastos totales ... ¡ah! ¡es muy poco! ... ¡tengo una idea! ... ¿y si dividimos los Gastos de Operación entre el número de productos fabricados y le asignamos a cada producto una porción de esos gastos?. Tiene sentido que cada producto fabricado cargue con un poco de esos gastos, y en todo caso será tan pequeño el incremento que no afectará nuestras decisiones .. pues ¡sea! tiene sentido, no es una solución exacta, pero simplifica mucho nuestras decisiones.
Y por casi 100 años usamos esta fórmula y estos criterios para tomar las decisiones más importantes de nuestros negocios: qué productos y servicios promover vs. qué productos y servicios eliminar. Hasta que de golpe algo cambió radicalmente: Alguien empezó a vender a precios que nuestra fórmula claramente indicaba que representaban cuantiosas pérdidas, y sin embargo, quienes lo estaban haciendo no solo parecían no estar perdiendo dinero, sino que muy por el contrario, parecían estar ganando mucho dinero ... ¿cómo era eso posible? ... ¿quieres saberlo? ... no te pierdas los siguientes blogs, ¡esto se pone bueno! ...
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