“Y como una multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios, siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera:
Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada”
-René Descartes
(del Discurso del Método)
Todo lo que hemos discutido hasta ahora, resultaría ser completamente inútil si al final de todo falláramos en la generación del cambio deseado en cualquier forma que este haya sido definido: mejores resultados financieros, ser amado, perder peso, etc.
Conforme nos acerquemos a las fases de acción de nuestros proyectos de mejora, debemos estar consientes de que la ejecución de las acciones planeadas no producirá por si misma los nuevos hábitos y habilidades requeridas para llevar nuestros esfuerzos de mejora a nuevos niveles. Recuerde que detrás de nuestros patrones actuales de comportamiento, existen uno o más paradigmas o creencias que nos hacen estar convencidos de que cualquier cosa que estemos haciendo actualmente, es lo correcto que debe hacerse.
Por lo tanto, para lograr que nuestros esfuerzos de mejora sean exitosos y permanentes, no únicamente deberemos llevar a cabo las acciones necesarias para generar en la realidad el estado deseado. También tendremos que desarrollar un modelo de cambio que asegure que los paradigmas que mantienen en su lugar la manera actual de hacer las cosas, son identificados y modificados para generar los nuevos comportamientos deseados.
Los paradigmas juegan un rol vital en la manera en la que entendemos y nos relacionamos con el mundo. Alterar o cambiar un paradigma que ha sido mantenido por mucho tiempo, definitivamente no es algo que puede ser hecho de la noche a la mañana. De hecho, pensar que las personas cambiarán instantáneamente, ha sido la causa mas repetitiva de falla que hemos detectado en proyectos de cambio.
Cambiar un paradigma es de alguna manera similar a extraer un diente: solamente lo consideraremos seriamente cuando estemos completamente convencidos de que no existe una opción viable para salvarlo. Y una vez extraído, a menos que lo remplacemos con uno nuevo, lo único que habremos logrado con nuestros esfuerzos, será un maravilloso hoyo negro en nuestra boca y haber reducido nuestra capacidad de procesamiento de comida.
Así que, una vez que entremos en la etapa de ejecución de una iniciativa de cambio, deberemos involucrarnos activamente en la creación y gestión de un modelo de cambio que nos permita la modificación o reemplazo de los paradigmas correspondientes, así como la adopción y desarrollo de los consecuentes principios, reglas y patrones de comportamiento.
Esto es lo que nosotros consideramos que es en realidad la Administración del Cambio.
Así como al aprender un nuevo idioma solo podemos considerarlo totalmente asimilado, cuando hemos dejado de “pensar’ primero en nuestro idioma original y traducir la idea al nuevo idioma, un nuevo paradigma es realmente parte de nosotros cuando podemos operar de manera continua, sin tener que recurrir a nuestros paradigmas anteriores.
Lograr esto, necesariamente implica que aprender un nuevo idioma no únicamente requiere estar activamente involucrado en el aprendizaje y en la práctica del mismo, sino que también demanda entender la forma en que los nativos del idioma piensan para poder hacer de este nuevo lenguaje una parte integral de nosotros mismos. Este debe ser el objetivo primordial de nuestro modelo de cambio.
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