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¿Por qué hacemos lo que hacemos?


Esta pregunta parece muy inocente. Sin embargo es realmente muy profunda.


He participado en incontables reuniones en las que siempre queda de manifiesto que las decisiones directivas van en contra de los eficiencia operativa o financiera. ¿Cómo que de la nada deberemos implementar 4 nuevos sistemas?; ¿Cómo que deberemos recortar los gastos otro 30%?; ¿Cómo que la semana próxima deberemos entregar un nuevo producto para el que ni siquiera se han terminado las especificaciones?


¿Es que los directivos no se dan cuenta de las consecuencias de lo que nos están pidiendo? …


Teniendo un asiento muy especial para ver la batalla desde la tribuna durante los últimos 35 años, puedo contestar esa pregunta con gran certeza: ¡Por supuesto que lo saben!


Lo que nunca, o muy pocas veces, llegamos a saber es lo que pasaría SI NO HACEMOS LO QUE NOS ESTÁN PIDIENDO.


Me explico: Aquellos que son responsables de un grupo, llámense directivos, padres, líderes o como ustedes quieran llamarles, tratan al máximo de lograr resultados llevando la fiesta en paz con sus equipos. En verdad se esfuerzan por no estresar a lo tonto a sus organizaciones. Siempre toman en cuenta el impacto de sus decisiones en el sistema. Cierto, como seres humanos a veces se equivocan en sus estimaciones y análisis, por lo que toman decisiones erróneas. Pero de que lo piensan lo piensan.


Entonces, ¿Por qué parece que no les importa? ¿Cómo es que tan frecuentemente logran darnos la impresión de que no tienen ni idea de lo que pasa en las trincheras?


Existe una frase muy celebre que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” que hace referencia a lo poco que valoramos lo que ya tenemos. Sin embargo, esta frase también puede ser aplicada en sentido inverso: “Nadie sabe de lo que se pierde hasta que lo tiene”. En cuyo caso haría referencia a todo aquello que no extrañamos simplemente porque ni siquiera sabemos que existe.


Y esto último es lo que pasa con muchas de las decisiones de nuestros ejecutivos. No tenemos ni idea de las presiones que hicieron que ellos llegaran a esas decisiones. Lo único que sabemos es lo que va a pasar cuando las llevemos a cabo, pero nunca sabremos lo que habría pasado si no las ejecutamos.


Tristemente, muchas compañías han tenido que enfrentar ese negro futuro. La competencia globalizada es cada vez más férrea, y la necesidad de aumentar el tamaño de las apuestas no deja de aumentar cada día. Para los que gustamos de la Fórmula 1, vemos como la diferencia entre iniciar la carrera en primer o segundo lugar llega a ser de décimas de segundo, las paradas en los pits se hacen en un par de segundos y la contratación de un piloto se hace por muchas más razones que su sola capacidad para manejar mas rápido que nadie.


El caso es que no nos toca a nosotros cuestionar si una decisión fue bien o mal tomada. Nuestra chamba consiste en ejecutar lo mejor posible las decisiones que nos toca ejecutar a nosotros. Los líderes responderán ante sus propios jefes por la calidad y oportunidad de sus decisiones.


Eli Goldratt le llamaba a esto la mentalidad del corre-caminos (haciendo referencia al personaje de las caricaturas tan odiado por los ingenieros que amamos al Coyote): “Cuando tengas trabajo DALE CON TODO, y cuando no tengas trabajo NO HAGAS NADA” … ¡Beep-Beep!



 
 
 

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