¿Alguna vez ha sido testigo de una discusión acalorada en la que no podía tomar partido por ninguna de la partes, porque parecía que todos los participantes tenían razón?, ¿ Ha participado en pláticas en las que estaba seguro de tener la razón y sin embargo, no pudo convencer a los demás acerca de ello?, ¿Cuantas veces, como líder (padre de familia, jefe, dueño de compañía, director general, etc.), se ha encontrado usted en situaciones en las que sabiendo perfectamente lo que se tenía que hacer no pudo lograr que su gente lo hiciera correctamente?
¿De que sirve tener la razón si nadie nos hace caso?, ¿cuál es la ventaja de ser sabio y poderoso si el resto del mundo nos considera locos?
Preguntas como estas han sido tema recurrente de largas conversaciones con Dueños y Directivos de toda clase de organizaciones, así como con Padres de Familia y Líderes Espirituales. Todos ellos nos han expresado una gran frustración ante la imposibilidad de lograr que sus organizaciones o familias se desempeñen de acuerdo con lo que para ellos pareciera ser “simple sentido común”.
La misma queja ha sido expresada incansablemente por el mundo de la academia y los jóvenes profesionistas. ¿De que sirven todas nuestras horas de estudio e investigación tratando de aprender y desarrollar las mejores respuestas si al final todo mundo termina haciendo lo que le da la gana?
Habiendo escuchado cuidadosamente todas las argumentaciones presentadas por cada una de estas personas, y gozando de un punto de vista externo a las situaciones particulares de cada caso, un patrón común empezó a emerger de entre todas estas lamentaciones: Todas, absolutamente todas las personas manifestando su frustración sobre este tema, usaban como base de su argumentación la idea de que: “tener la razón debería ser suficiente para que los demás me sigan y hagan lo que yo les indico”.
Este descubrimiento dio lugar a una serie de estudios, análisis y trabajos prácticos que culminaron en el hallazgo más significativo de nuestra experiencia como promotores y guías del cambio. Lo llamamos “la pepita de oro de la experiencia”, y nos ha permitido entender y guiar exitosamente esfuerzos encaminados al cambio en situaciones como las descritas anteriormente y algunas mucho más complejas.
Como siempre sucede, una vez que hemos logrado descifrar un problema complejo, resulta que la clave de todo pareciera ser algo sumamente sencillo, algo que ha estado ahí todo el tiempo pidiendo a gritos ser descubierto. Nuestro hallazgo no escapa de ninguna manera a esta realidad. Y lo que es mas, estamos absolutamente seguros de que ni siquiera es un hallazgo como tal, sino que muchas otras personas han llegado a esta conclusión antes que nosotros.
Pues bien, nuestra pepita de oro, el corazón de nuestras actividades durante los últimos 20 años, consiste en haber tomado conciencia de que pese a que hemos sido educados, entrenados y condicionados para buscar y defender la “razón”, la realidad es que si bien tener la razón es importante, TENER LA RAZÓN NO ES SUFICIENTE.
Observando el mundo a través de esta nueva perspectiva, encontramos que las pruebas se encuentran alrededor de todos nosotros, en nuestras experiencias del día con día. Lo cual genera la siguiente pregunta: ¿usted quiere avanzar o tener la razón?
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