Cuando planeo mis vacaciones, tiendo a concentrarme en lo bien que la voy a pasar y en que por fin podré tomar un descanso de las presiones del día con día. No me gusta tomar el enfoque "negativo" y pensar en lo que puede salir mal. Desde niño me enseñaron que pensar en lo que puede salir mal era equivalente a "atraer las malas vibras", así que aprendí a quedarme calladito, sobre todo cuando yo veía muchas razones para preocuparme y el resto de mi familia estaba emocionadísima tomando decisiones que yo percibía como fantasiosas. Y todavía peor que pensarlo era decirlo, porque era visto como de mal gusto arruinar la felicidad de los demás. Así que nada de andar "echando la sal" en los planes familiares. ¡Pura buena vibra!
Lamentablemente, en muchas ocasiones ví convertirse en realidad mis temores. Frecuentemente, la realidad de las vacaciones familiares quedaba muy por debajo de los planes maravillosos que habían sido desarrollados en la sala de la casa. Y entonces empezaba el deporte de "echar culpas". Y en este deporte no se trata de ganar, sino de ver quien quedaba menos cargado de culpas.
Cuando ingresé a la vida laboral, muy pronto descubrí que mis vivencias familiares planeando vacaciones, eran equivalentes a la forma de planear objetivos en las organizaciones, y que la habilidad desarrollada durante años para el juego final de "echar culpas" resultaba clave para el desarrollo de mi carrera profesional. ¡Que agradecido estaba con la vida por haberme dado tan maravillosa familia!
Y entonces visité las oficinas del Instituto Goldratt. Ahí me explicaron que mis tendencias eran dirigidas por algo a lo que ellos llamaban "paradigmas", y que la clave para hacer planes efectivos estaba justo en empezar exponiendo todo lo que puede salir mal. ¡MOMENTITO! ... yo llevaba hasta entonces toda una vida de haber aprendido y perfeccionado el método "callandito de te ves mas bonito" para tragarme todas mis observaciones que pudieran ser consideradas como negativas, y con ese método había logrado subir en la escalera laboral ... ¿CÓMO? ¿debo ser grosero y arruinar la felicidad del resto que no quiere recibir mis "malas vibras"? ... ¡eso no era un cambio de paradigma!, ¡era todo un terremoto!, ¡con tsunami incluido!, ¡necesito que me expliquen mejor como se hace eso! ... y entonces me regalaron una hermosa perla de sabiduría que he atesorado desde entonces: "no se trata de lo que dices o no dices, SINO DE COMO LO DICES" ...
Regresé a México totalmente confundido. No solo habían sacudido el bote de mi vida laboral, sino que sentía como si me hubieran aventado por la borda para alimentar a los tiburones. Realmente no tenía ni idea de como llevar a la práctica este consejo de expresar mis preocupaciones en los planes familiares y organizacionales. Y en este estado, le platiqué a mi papá lo que me estaba pasando. Con una gran sonrisa me dijo: Mira, cuando las parejas pasan su primera noche juntos, a la mañana siguiente se dicen con gran cariño: ¿cómo amaneciste? ; después de un mes de pasar noches juntos, por la mañana se dicen ¡cómo amaneciste! ; y después de 50 años de pasar noches juntos se dicen: ¡cómo!, ¿amaneciste?. No se trata de lo que dices o no dices, sino de como lo dices.
Y entonces por fin me cayó el veinte. Normalmente, para ahorrar tiempo, expresamos nuestras preocupaciones señalando culpables. Y esto suele provocar que alguien se sienta ofendido y se ponga a la defensiva (¡con toda razón!).
Aprender a presentar obstáculos sin morir en el intento, ha sido una de las habilidades mas difíciles pero mas valiosas en mi vida como consultor. En verdad estoy convencido que este sería un mundo muy diferente si todos aprendiéramos a hacer esto. Y como bono adicional, nos volvemos mucho mas receptivos a escuchar obstáculos y resolverlos, lo cual genera planes efectivos. Es un proceso y no existen atajos.
¿cómo amanecieron?
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