¡Decisiones!, ¡decisiones!, ¡decisiones!
- Gabriel Lopez Limon
- 12 may
- 2 Min. de lectura

Todos, sin importar nuestra edad o puesto laboral, debemos tomar una gran cantidad de decisiones todos los días. Se han realizado muchos estudios al respecto, y la conclusión generalizada estima que una persona toma en promedio alrededor de 30mil decisiones por día: ¿ya me levanto o duermo otro rato?; ¿me baño o me visto como estoy?; ¿sigo las instrucciones o lo hago como yo pienso?; en fin, un catálogo muy amplio de situaciones nos espera cada día.
Lo que me parece muy interesante es descubrir que de esas 30mil decisiones por día, aparentemente solo “pensamos” en aproximadamente 100 de ellas. ¡Menos de un 1%! … entonces ¿como las tomamos?
Resulta que la actividad de pensar, consume una gran cantidad de energía, así que para hacer un uso eficiente de nuestra energía, nuestro cuerpo ha desarrollado una gran cantidad de subrutinas o hábitos que nos permiten tomar decisiones sin tener que pensar “profundamente”. ¿A donde vamos a comer? … ¡al mismo lugar de siempre!; ¿que ruta seguimos? … ¡la misma de siempre!; ¿a quien culpamos de nuestras desgracias? … ¡al mismo de siempre! Y si, puede ser que “el de siempre” tenga algunas variaciones, y no sea literalmente lo mismo siempre, pero ya sabes a que me refiero, a lo patrones que seguimos para hacer las cosas cotidianas.
Pensar no es solo procesar la información, pensar empieza por entender el tema y contexto para entonces recopilar la información necesaria. A este proceso inicial, la literatura lo ha ilustrado frecuentemente con iluminar el camino o “arrojar luz” sobre un asunto. Tomar decisiones sin información equivale a disparar sin desenfundar, lo mas probable es que nos demos en el pie.
Y en este paso es que las cosas se nos complican. Con tanta información disponible hoy en día es cada vez mas complicado saber a quien creerle y en quien confiar. Por otro lado, los recursos son cada vez mas escasos, y debemos hacer mas con menos. Y para rematar, la competencia está tan dura que nuestro margen de error es mínimo o cero.
Tomar decisiones se ha convertido en una actividad crítica. Antes, al inicio del mundo industrial se trataba de “hacer”. Hoy se trata de “pensar”. Y esto resulta sumamente complicado cuando nadie nos enseña a pensar y cuando nuestros sistemas de administración de energía están diseñados para pensar lo menos posible. Demás esta decir que las personas exitosas en el mundo de “hacer” tienen serios conflictos con las personas del mundo “pensar”.
De esta suerte, los Procesos de Pensamiento desarrollados por los asociados del Instituto Goldratt resultan ser muy útiles, no solo en nuestras decisiones laborales, sino también en nuestras decisiones personales.
Los Procesos de Pensamiento tienen dos aplicaciones prácticas: Para las personas que ya piensan, les proporciona una herramienta para comunicar sus pensamientos de una manera clara y ordenada; mientras que para las personas que no han desarrollado la habilidad de pensar les proporciona guía y ayuda para aprender a pensar ordenadamente.
Pensar no tiene que ser un arte reservado para algunos genios. Cierto, pensar también nos hará conscientes de cosas que preferiríamos ignorar. Así que cerramos este artículo dedicado a la toma de decisiones actualizando la pregunta clásica de Hamlet:
¿Pensar o no pensar? … ¡esta es la cuestión!

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