Yo soy el tercero de una familia de 5 hermanos barones. Así que te puedes imaginar que crecí en un ambiente de gran competencia, ¡por todo!: quién llega más rápido al otro lado, quién usa el vaso especial, quién se sienta adelante en el coche ... y por supuesto que la crítica familiar no era precisamente motivadora y constructiva: tienes la orejas muy grandes, eres muy torpe, te salen granos. Ya sabes, ese ambiente familiar tan repetido generación tras generación en el que aprendemos a valernos por nosotros mismos y desarrollamos el coraje para enfrentar la vida.
Así que cuando logré vencer a toda mi familia (papá incluido) jugando tenis, me sentí muy especial. Por supuesto que nadie tenia una técnica correcta y que se trataba de lograr dos golpes consecutivos a la bola sin sacarla de la cancha, porque a un intercambio mas allá de 4 golpes consecutivos nunca llegábamos. Esto es, jugábamos el tenis mas amateur y callejero que te puedas imaginar, ¡pero yo era el mejor! ... de mi familia, lo cual me daba una pequeña ventaja en nuestro diario competir por cuanta cosa se pueda competir, y eso era algo muy valioso para mí.
Entonces, mi papá me hizo la preguntita: ¿en verdad te gusta jugar tenis? ... ¿te gustaría tomar clases para que aprendas a jugarlo bien? ...
Sin dudarlo contesté que si y muy pronto tomé mi primer clase en el Club Deportivo Chapultepec. ¡La cuna de los grandes tenistas!
Llegué muy emocionado a mi primer lección, vestido a la manera clásica (todo de blanco), y no podía esperar a entrar a la cancha a demostrar mis habilidades de campeón familiar. Cuando llegó mi turno, el instructor me detuvo en la orilla de la cancha, me dio un saludo de mano y me dijo ... no muevas la mano, así debes agarrar la raqueta, no como macana de cavernícola ... y entonces vinieron dos semanas en las que simplemente no dí una. Con esa nueva forma de agarrar la raqueta, o no le atinaba a la pelota, o la mandaba a la red, o la enviaba demasiado lejos. ¡No podía controlar el golpe!
Por supuesto que mis hermanos no dejaron pasar la oportunidad de hacérmelo notar. De repente todos querían jugar tenis conmigo y las burlas surgieron de cuantas maneras puedas imaginar: ¿no que muy bueno? ... ¿y qué pasó con el campeón? ..
Y entonces logré controlar el golpe, y mi juego empezó a mejorar a pasos agigantados. Ahora si sentía yo el placer de cada golpe y de hacer con la pelota lo que yo quería. Entonces descubrí que esa forma de agarrar la raqueta servía no solo para el tenis, sino para todo tipo de raqueta y para sujetar correctamente muchas otras cosas ... entonces me convertí en el campeón familiar de tenis, squash, badminton, etc. Esas dos semanas de terror valieron la pena.
Saco esta historia a colación, porque frecuentemente debo trabajar con directivos que NUNCA recibieron clases de como pensar. Al igual que yo con la raqueta de tenis, se volvieron campeones de su grupo o empresa, no por ser muy buenos, sino porque los competidores eran muy malos. Y de golpe abrieron las compuertas de la competencia mundial y eso nos tiene enfrentando personas y equipos que no solo saben hacer muy bien su trabajo, sino que además los ingratos saben pensar ordenadamente y los muy infames tienen la habilidad de hacerlo como equipo.
Una de las joyas del Instituto Goldratt son precisamente los Procesos de Pensamiento. Un conjunto de herramientas que nos ayudan a ordenar la forma en la que pensamos y nos permiten hacerlo como equipo. Probablemente al inicio nos hagan ver muy mal, porque veremos lo desordenados que somos, pero con paciencia y perseverancia empezaremos a ver grandes resultados.
En nuestro sitio web hemos compartido muchísima información sobre estas herramientas. Te invito a darte una vuelta: TOClatino.com
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